Nuestro organismo a prueba
Es muy posible que haya pasado, o pase a lo largo de su vida, por un episodio de estrés, sea por causas puramente biológicas o psicológicas. La respuesta del cuerpo a la presión es segregar adrenalina, la hormona que nos preparar para la acción: el corazón late más rápido, la sangre fluye a los músculos y la vista se vuelve más aguda. El estrés puramente físico suele ser pasajero, la alerta desaparece cuando lo hace la situación que la provocó; es una reacción natural. En cambio, si nuestro estrés proviene de cuestiones mentales, puede prolongarse en el tiempo, y es necesario entonces combatirlo con ahínco.
Aunque todavía no se conocen del todo los efectos del estrés en los requerimientos nutritivos, es sabido que el metabolismo se resiente, y con él el sistema inmunitario. Para fabricar la adrenalina, por ejemplo, el cuerpo precisa vitamina C; por eso, si estamos estresados durante una temporada larga, hay que incrementar la ingesta de esta vitamina. El ser humano, a diferencia de buena parte de los animales, no pueden sintetizarla en su cuerpo para hacer frente a la mayor necesidad y debe ingerirla en la dieta. Por ello, hay que recurrir a alimentos en los que abunde esta vitamina en su composición, como el brécol, los cítricos (sobre todo las naranjas), las frutas del bosque, el kiwi, las patatas y los pimientos; solo en caso extremo, se puede recurrir a suplementos nutricionales. Además, si disminuye nuestra vitamina C, bajará también el nivel de macrófagos, que son los “basureros” que se comen a los virus y a las bacterias que nos atacan.
Asimismo, hay que incrementar el consumo de beta-caroteno (precursor de la vitamina A), presente en las frutas amarillas y naranjas, las verduras color verde oscuro y sobre todo en la zanahoria. A la vitamina A y a la C deben añadirse el ácido fólico (espinacas, judías y verduras de hoja verde en general) y el zinc, fundamental para que el sistema inmune marche en orden (pipas de calabaza, carne roja, cangrejo, hígado, germen de trigo y ostras).
Cuando el estrés se prolonga, también lo hacen las necesidades de proteínas de nuestro cuerpo. Por ello, hay que introducir o incrementar en nuestra dieta la cantidad de carne roja magra, huevos, judías, leche, pavo y pollo. A menos proteínas, menos defensas y por lo tanto más posibilidad de infecciones. El pescado, particularmente el azul (atún, salmón, sardinas, trucha…) es adecuado en especial, debido a que aporta grasas que facilitan la fluidificación de la sangre, combatiendo así el efecto espesante de la adrenalina. Los antioxidantes también son otro nutriente interesante.
Qué hay que comer
No es necesario seguir una dieta especialmente estricta en caso de estrés, solo comer sano y de manera equilibrada. Por supuesto, esto debe combinarse con el ejercicio, que, aparte de los beneficios habituales para cualquier dieta, libera endorfinas (hormonas que estimulan la alegría y el buen humor) y mejora la forma física. No hay que dejarse llevar por la ansiedad y comer y comer sin freno, algo que pasa a menudo. Si el estrés es continuo, habrá que plantearse acudir a un profesional o cambiar los hábitos diarios.
A continuación, examinamos algunos alimentos recomendados para reducir el estrés. No obstante, la mejor manera de combatir el estrés es luchar contra sus causas, más que solamente variar la alimentación, y darse el lujo de hacer alguna actividad que nos guste, aunque no dispongamos de mucho tiempo. Lo primero es nuestra salud, siempre.
En primer lugar, destacamos el aguacate, que controla las hormonas del estrés; con comer uno al día reduciremos la presión arterial y las hormonas que nos alteran. Después, las almendras, ricas en vitaminas, aceites y minerales nutritivos, que nos dan la energía para afrontar la situación dura. Otro vegetal, el arándano, es muy rico en antioxidantes y vitamina C, que como hemos visto son fundamentales, y además ayudan a dormir mejor. El arroz nos da un buen aporte de vitamina B, que contribuye a la conservación de nuestras células y a prevenir los trastornos del ánimo. El chocolate oscuro, además de estar muy rico, con una onza y media nos puede ayudar a lidiar con la irritación y el cansancio. Menos populares para el paladar, pero muy sanas y abundantes en sales minerales y vitaminas, son las espinacas, de propiedades estabilizadoras. La leche, por sus vitaminas y antioxidantes, es otro aliado para la calma que no puede faltar en el desayuno. Para comer o cenar podemos tomarnos un buen salmón, cuyo omega-3 ayudará a que el cerebro segregue serotonina (que nos dará felicidad) y limite la adrenalina y el cortisol; dos o tres piezas por semana son aconsejables. Como acompañante privilegiado tenemos al té verde, muy rico en antioxidantes y especialmente útil en aquellos que ni fuman ni beben.